Reino de Yamato: Periodo Kofun

Reino de Yamato: Periodo Kofun

Los siglos iniciales del reino de Yamato se denominan periodo Kofun o de los Túmulos, por los grandes monumentos funerarios característicos de estos momentos. Este periodo Kofun se desarrolló aproximadamente entre el año 300 y el 500 de nuestra era. El periodo Kofun culmina, coicidentemente, con la entrada de una nueva religión al Japón, el año 552, fecha que es también el punto de partida de la etapa del reino de Yamato conocida como periodo Asuka.

Periodo Kofun o de los Tumulos

Acerca del Reino de Yamato: periodo Kofun. Los túmulos Kofun más antiguos, como el de Koganezuka, se encuentran en la zona de Osaka, Nara y Kyoto, es decir, en el corazón del Estado de Yamato. Son estructuras gigantescas, rodeadas de piedras; a veces tienen forma redondeada o cuadrangular y otras presentan una curiosa planta en forma de ojo de cerradura. Con los años los túmulos se fueron extendiendo desde el centro de Honshu por otras regiones colindantes y así, un siglo después, había túmulos Kofun desde Kyushu, en el sur, hasta la zona de la actual Tokyo.

En la base del túmulo, en las laderas o en lo alto se disponían haniwa, cilindros de arcilla para depositar ofrendas que ya se habían comenzado a emplear a finales de la época Yayoi. Los cilindros podían adoptar formas complejas y convertirse en auténticas esculturas, a veces de grandes dimensiones. Hay figuras haniwa antropomorfas, pero también se fabricaron caballos, perros, gallinas, peces y objetos inanimados como por ejemplo casas, escudos o parasoles. Aunque hubo un tiempo en que se especuló con la idea de que las figuras haniwa sustituyeran de modo simbólico sacrificios reales de personas y animales, hoy esta teoría está desechada. Se piensa que los haniwa unen la idea de receptáculo de ofrendas con el concepto de "casa del alma" del difunto, sirviendo a la vez de señalizadores funerarios.

Las figuras haniwa ofrecen además una información privilegiada sobre la vida diaria de la época Kofun, al reflejar indumentaria, armamento y equipamientos diversos. Gracias a ellas sabemos, por ejemplo que los caballos Kofun ya llevaban estribos. Este dato no es anecdótico, sino extremadamente interesante. El estribo hace que la monta sea mucho más cómoda y sencilla y, aunque no fue quizá tan revolucionario para los usos bélicos antiguos como se pensó hace años, ciertamente permite un empleo más efectivo del caballo. No era conocido por los griegos ni por los romanos y llegó a Europa desde los pueblos de jinetes de las estepas asiáticas. Las primeras referencias a su empleo en la zona mediterránea son bizantinas y datan de finales del siglo VI d. C. Habría que esperar dos siglos más para que su uso se generalizara en Occidente. Parece, así pues, que la expansión del estribo se realizó de forma mucho más rápida hacia el Este que hacia el Oeste.

Pero ¿quiénes eran los personajes enterrados en los túmulos? Los ajuares funerarios hallados en el interior de las cámaras no dejan lugar a dudas. Se trata de guerreros, depositados en ataúdes de madera y bien provistos de armas, armaduras, objetos ceremoniales y elementos de adorno. Entre estos objetos destacan de manera especial los espejos de bronce chinos. El gran número de espejos encontrados y su difusión por toda la zona de túmulos indica que existía una importación masiva de estos elementos, que probablemente se intercambiaban y se consideraban elevados símbolos de estatus. Por razones que no están del todo claras, a partir de ciertos momentos se comenzaron a producir versiones japonesas de los espejos, que se utilizaron con los mismos propósitos.

Así pues, los túmulos Kofun eran la última morada de los jefes de los clanes o uji que vimos más arriba. Algunos de estos monumentos sepulcrales han sido tradicionalmente asociados a los primeros emperadores. Es el caso del inmenso túmulo del emperador Nintoku, el decimosexto en la línea imperial, que se supone reinó entre finales del siglo IV y principios del V. El túmulo se alza en Sakai (Osaka) y es el más grande del país; se dice que tardó veinte años en construirse. La relación directa entre el fenómeno de los túmulos y la consolidación de la dinastía imperial no es mera especulación arqueológica o historiográfica. Resulta significativo en este sentido el hecho de que, hoy en día, los túmulos pertenezcan a la Agencia de la Casa Imperial, que se encarga de su custodia y cuidado.

La ceramica Sue

Desde mediados del siglo V es patente en el registro material otra influencia, la coreana. No faltan quienes opinan que estos momentos pueden identificarse con el inicio de la imitación consciente de los modelos continentales por parte de la aristocracia japonesa, imitación que culminaría en la exitosa asimilación y adaptación cultural de los siguientes períodos, Nara y Heian.

De este modo, en las tumbas Kofun más tardías son habituales los pendientes de oro, los bocados y arreos de caballo y los resistentes vasos cerámicos del tipo conocido como sue. La cerámica sue es la primera cerámica a torno de Japón. Aunque también tiene paralelos chinos, su precedente directo se encuentra en la Corea de los Tres Reinos. Los vasos sue fueron cocidos a temperaturas altísimas, que rondaban los 1200 grados. Las hogueras al aire libre, a la antigua usanza, no alcanzan temperaturas tan elevadas; de hecho, las piezas sue están cocidas en hornos de un tipo completamente nuevo, también importado de Corea: los hornos anagama, o de túnel. El horno se excavaba en la ladera de una colina, se llenaba de vasos cerámicos y de combustible y se cerraba. De ese modo se conseguía el calor necesario para una cocción perfecta. A veces, la ceniza entraba en contacto con las piezas y se producía accidentalmente un fenómeno de vidriado, que pronto fue comprendido y aprovechado por los artesanos.

La cerámica de tipo sue continuó fabricándose apenas sin cambios técnicos hasta nada menos que el siglo XII, y de su tradición bebieron los grandes centros alfareros históricos de Japón, conocidos como los Seis Antiguos Alfares, a saber, Seto, Tokoname, Echizen, Shigaraki, Tanba y Bizen. Pero no toda la cerámica Kofun es cerámica sue; había también vasos elaborados a menos temperatura, conocidos como haji y tampoco las figuras haniwa estaban cocidas en los nuevos hornos.

Primeros textos sobre Japon

Venimos hablando aquí de la entrada de Japón en la historia, lo que implica que en estos momentos aparecen en la zona los documentos escritos. Sin embargo, los primeros textos sobre Japón no son japoneses, sino que se hallan en las crónicas chinas. Se trata de una serie de pasajes que describen de forma más o menos desvirtuada pero extraordinariamente interesante los inicios del periodo que nos ocupa. Esta etapa sería así en realidad la protohistoria de Japón, un periodo durante el cual habría ya fuentes documentales, pero la escritura no habría aparecido aún en el propio país.

Algunos de estos textos chinos se datan incluso en momentos anteriores a la formación del Estado japonés, que como ya se dijo, suele situarse hacia el año 300. Es célebre en este sentido la embajada recibida por el emperador chino Guang Wu (Liu Xiu), de la dinastía Han, en el tempranísimo año 57 de nuestra era. Los enviados de Japón, cuenta el relato chino, fueron obsequiados con un sello imperial de oro que simbolizaba el papel del reino de Wa como estado tributario. El episodio es parecido a otros del mismo estilo, y en principio no parece que la aportación de este breve texto a la protohistoria de Japón sea excesivamente importante. Pero, andando el tiempo, resultó tener una repercusión inesperada. En el año 1784, un campesino llamado Jinbei encontró un sello de oro en Kananosaki, el norte de la isla de Kyushu, cerca de la bahía de Hakata. Cuando los sabios dieciochescos japoneses lo examinaron vieron que correspondía a la descripción que las crónicas chinas hacían del sello de Guang Wu.

La pieza, que hoy se exhibe en el Museo de la Ciudad de Fukuoka, es un cubo de oro de algo más de dos centímetros de lado, rematado en la zona superior por una serpiente, también de oro. En la base están tallados una serie de ideogramas que rezan "Rey de Na, del estado de Wa, [vasallo] de los Han". Actualmente no hay acuerdo sobre la autenticidad del sello de Hakata, y desafortunadamente, no parece que pueda llegarse a una conclusión definitiva.

Las cronicas chinas sobre Japon

Así pues, la protohistoria de Japón comenzó antes de dar inicio el periodo Yamato, y continuó durante los primeros siglos de esta etapa. Las crónicas chinas sobre Japón de la época Yamato no suelen ser extensas ni explícitas.

Obviamente están redactadas desde el punto de vista de China, de su prestigio y de sus intereses, y a menudo se limitan a mencionar a gobernantes nipones que solicitan reconocimiento al emperador chino, como se vio en el pasaje del sello de oro.

Existe sin embargo un texto chino que sí es extenso y explícito. Se trata de la Historia del Reino de Wei (Wei Chih), que se data aproximadamente en el año 297. La Historia nos informa sobre la famosa embajada de la emperatriz japonesa Himiko o Pimiko, a la que ya se aludió más arriba y sobre la que se hablará de nuevo en el apartado dedicado a la aparición de la moneda. El texto chino describe a Himiko como una poderosa hechicera, que no había contraído matrimonio y habitaba en un palacio rodeado de torres y vigilado por guardias. Tenía a su servicio a mil mujeres y a un solo hombre, que se ocupaba de la despensa real y actuaba además como medio de comunicación entre la emperatriz y los demás mortales. A su muerte se elevó un inmenso túmulo, y reinó el caos hasta que otra mujer, Iyo, ocupó el trono, con el beneplácito del embajador chino.

Pero, además de hablar de la reina maga, la Historia del Reino de Wei incluye todo un retrato del país. Según la crónica, la tierra de Wa está habitada por treinta comunidades de "bárbaros del este", aunque antiguamente había más de cien. Es un lugar tan templado y agradable que la gente va descalza. Los habitantes del país de Wa se pintan el cuerpo de rojo, comen con los dedos y gustan de la verdura cruda. Para honrar a sus muertos construyen grandes túmulos, y se bañan para purificarse cuando concluye el periodo de luto. Cuando salen de viaje, uno de los miembros del grupo se encarga de "mantener el luto" para así atraer la buena fortuna; no se lava, no se peina, no come carne y no se acerca a las mujeres. Si el viaje llega a buen fin, los demás lo colman de regalos, pero si le sobreviene alguna desgracia o accidente, lo matan por no haber observado debidamente sus funciones. Les agrada beber licor, y no hacen distinción entre hombres y mujeres, aunque algunas personas rinden vasallaje a otras. Si una persona de clase inferior se encuentra con otra de nivel superior, le cede el paso en el camino retirándose a un lado, y, para dirigirse a ella, se arrodilla y pone las manos en el suelo. Pero cuando quieren adorar a un dios no se arrodillan, sino que dan palmadas. Los habitantes de Wa viven muchos años, hasta noventa, y los hombres tienen varias esposas. No existe el robo y apenas hay litigios, pero cuando alguien comete un delito leve pierde a su familia y, si el delito es grave, es ejecutado junto con todos sus parientes.

Como puede observarse, la descripción china de los "bárbaros del este" mezcla elementos difícilmente comprobables, que posiblemente se inscriben de lleno en el mundo de lo fantástico, con datos muy precisos que encajan bien en el registro arqueológico, como los túmulos Kofun, o en la ritualidad japonesa posterior, y por ello mejor documentada, como el baño purificador (harae) o las palmadas para llamar la atención de la divinidad. Aunque no parece posible deslindar la mitología del dato objetivo, está claro que los escritos chinos se basan de cierta forma en la realidad de Japón de las primeras edades.

En resumen, lo que las fuentes chinas referidas a los momentos iniciales de Yamato parecen reflejar es un país todavía no del todo centralizado en el que conviven numerosos clanes o uji. Los jefes de clan envían embajadas a los emperadores chinos y éstos aceptan gustosos sus regalos, clasificándolos entre los dones de sus "estados tributarios". No podemos saber hasta qué punto los "reinos" japoneses eran vasallos reales de China; es decir, si existía un tributo regular, aunque la mayoría de los estudiosos se inclina por pensar que las relaciones eran más bien esporádicas. Uno de los uji, identificado con la célebre Himiko, habría tratado de sobresalir de forma especial, estableciendo relaciones diplomáticas externas más continuas, y contando incluso con la presencia de un embajador chino en sus dominios.

En claro contraste con lo que hemos visto hasta aquí, hay también otros textos chinos, que hablan de fechas más recientes y que muestran un estado japonés potente y mejor estructurado. Este Yamato más desarrollado controla un área del territorio superior, e incluso reclama con éxito la aceptación internacional de su dominio sobre zonas de Corea. De hecho, un monumento coreano erigido a la orilla del río Yalu en el año 414 nos informa de que ejércitos japoneses desembarcaron en Corea y derrotaron a los soldados de Silla y Paekche en el año 391.

Los japoneses mantuvieron una colonia coreana en Mimana durante todo el siglo V y buena parte del VI, concretamente hasta el año 562. Aún después de perder Mimana siguieron teniendo intereses en la zona e incluso intentaron recuperarla repetidas veces, hasta que en el año 668 el reino de Silla, con el respaldo chino, unificó toda la península coreana.

Llegada de la escritura a Japon

Varios siglos después de que el país entrara en la protohistoria gracias a los textos chinos, la escritura llegó por fin a Japón. Según la tradición, un sabio coreano llamado Wani llegó a Yamato a principios del siglo V para difundir las enseñanzas de Confucio. Desde estos momentos, la escritura ideográfica china comenzó a extenderse, al principio muy lentamente, luego con más rapidez y, por fin, adaptándose a la lengua japonesa, que nada tiene que ver con la china.

Hoy en día los japoneses escriben combinando los ideogramas que llegaron de china, y que en japonés se denominan kanji, con dos sistemas silábicos que se crearon en Japón tomando como base algunos de estos ideogramas: el hiragana y el katakana. Ambos silabarios cuentan con el mismo número de sílabas, 47, pero la escritura del katakana está aún más simplificada. El hiragana suele emplearse para sufijos verbales y partículas que indican la función de las palabras en la frase. El katakana, por su parte, se utiliza para escribir palabras extranjeras, y a veces para recalcar los términos.

La adaptación de la escritura no fue en absoluto una tarea fácil. Los chinos habían creado una escritura específica y conceptual para su propio idioma, que como ya dijimos es completamente diferente del idioma nipón. Esto ha hecho que, en japonés, los ideogramas tengan como mínimo dos lecturas. Por una parte, está la "lectura japonesa" o kunyomi. Se trata de la palabra nipona que corresponde al concepto que transmite el ideograma y suele constar de varias sílabas. Pero, además, ese mismo ideograma tiene una "lectura china" u onyomi, es decir, una versión japonesa de la forma en que lo leían los chinos cuando la escritura llegó a Japón. Habitualmente se trata de una sola sílaba, que se emplea para formar palabras compuestas que incluyen ese kanji.

Algo más tarde que la escritura, concretamente a mediados del siglo VI, llegaba a Japón otro elemento que habría de ser fundamental a lo largo de su historia: el budismo. La fecha tradicional de entrada de la nueva religión, el año 552, es también el punto de partida de la etapa del reino de Yamato conocida como periodo Asuka.

Referencia bibliográfica: Serra, I. S. (2010). Historia breve de Japón. PDF. Ediciones Pirámide.